Dice la sexóloga Esther Perel que una cosa es sobrevivir y otra muy distinta estar viva.

Indudablemente ese matiz es más fácil de comprender si la vida te ha dado un buen revés y te ha sacado de la comodidad en la que, sin saberlo, morías. La mayoría de personas creen estar vivas y cuando reciben un zarandeo reaccionan y se dan cuenta de que en ese confort solo dormitaban, no vivían.

Sobrevives cuando transitas inmersa en la rutina, en la rueda del hámster, correteando sin rumbo, aletargada y fuera de ti la mayor parte del tiempo.
¿Te has parado a pensar adónde vas?
¿Tienes la vida que soñabas?
¿Decides algo de lo que haces en tu vida?
¿Quieres hacer lo que estás haciendo ahora mismo?

Estás viva cuando a esta última pregunta respondes que sí. Aunque lo que estés haciendo ahora mismo sea fregar los platos. Porque estar viva tiene que ver con estar presente, desde el cuerpo. No lo pases por el filtro de la mente. Solo permite que tu cuerpo esté en ese espacio y descubre qué sientes ahí…

El sexo y el confort

Te preguntarás qué tiene esto que ver con el sexo… Pues mucho. La sexualidad es energía y fuente de vida, ya sea porque es el origen de un nuevo ser, ya sea porque nutre y activa nuestro organismo. Cuando llevas una existencia gris y te mueves de puntillas y sin pasión, es difícil que la vida te traspase y que el sexo te embriague. Lo más probable es que pases por completo del sexo.
Si vives como una autómata de lunes a viernes, y el fin de semana ansías dormir, ocio o desconexión, simplemente estás sobreviviendo. ¿Y qué espacio dejas ahí para el encuentro desde el cuerpo?

La zona de confort es muerte en vida, y es de todo menos sexual.

Sin embargo, cuando la vida te zarandea y te descoloca, cuando vives un tsunami emocional que te hunde y te resquebraja, no sabes por dónde empezar a reconstruirte. Estás rota pero paradójicamente más viva que nunca, porque sientes, improvisas, tomas decisiones y por fin haces un hueco a la espontaneidad y al riesgo. 

Y es esa conexión con la vida la que te acerca al sexo.

Tienes las sensaciones a flor de piel, activas los sentidos, y así sí te apetece jugar. El (buen) sexo es primario y requiere acallar la mente y permitir que el cuerpo salga a bailar.

No es de extrañar que a las mujeres hoy en día nos cueste parir, desinhibirnos, desnudarnos, mostrarnos, follar, gemir, gritar… Nos cuesta ser animales. Somos esclavas de nuestra mente.

¿Cómo tener buen sexo?

Si deseas dejar de sobrevivir y empezar a VIVIR, te comparto algunos requisitos para tener buen sexo (y de paso, buena vida, que todo va ligado):

  • Autoconocimiento: ¿cómo soy yo y qué me gusta? ¿cómo se toca mi instrumento (léase todas las zonas erógenas de mi cuerpazo)? Si yo no sé lo que me gusta, es difícil que pueda explicárselo al otro.
  • Desinhibición: silenciar el discurso mental, reaprender a jugar, permitirte ser quien eres, activar el cuerpo (que todo lo sabe), bailar… El buen sexo solo tiene lugar cuando no piensas y te dejas llevar.
  • Confianza: has de sentirte a gusto con tu pareja para poder ser asertiva siempre y no tragar lo que no te apetece. Que la vida es breve y el goce es más que urgente.
  • Cero expectativas: el sexo (y la vida) siempre es un aprendizaje, un encuentro para compartirte con el otro (o contigo), y siempre será diferente. No esperes nada y así todo serán regalos.
  • Merecimiento: sentirte digna de pasar un buen rato, pensar que has venido a esta vida a gozar… Si logras llegar ahí, ya tienes muchísimo ganado. El resto será un paseo.